Desafíos y oportunidades...

Hace unos días salía a la venta Desafíos y oportunidades de un mundo en transición; una interpretación desde la Geografía, un libro en el que he estado trabajando en los últimos meses, esos que recordaremos como los del (posiblemente primer) confinamiento a causa de la COVID-19.


Utilizando su título, podemos decir que este libro ha supuesto todo un desafío y una oportunidad para mí como maquetador: más de dos millones de caracteres, casi 300 imágenes, 90 tablas, 900 páginas... dan muestra del trabajo que ha supuesto.
Digo desafío porque cuando te proponen un encargo de este calibre sientes un cosquilleo como el del primer día de trabajo en una empresa, cuando quieres dar todo lo mejor de ti pero temes no estar a la altura, cuando estás eufórico porque han confiado en ti y no quieres defraudar. Supone, en ese sentido, también una oportunidad, oportunidad de reivindicarte, de demostrar que eres capaz de hacerlo. Y es que diez años después de maquetar mi primer libro lo importante es vivir cada nuevo encargo con la mismas ganas, pero ahora con la tranquilidad que da la experiencia.


¿Y cómo abordas un libro así? Primero de todo, siendo organizado. Debes organizar los archivos que compondrán cada uno de los 59 artículos de los que consta la obra (documentos de texto que tendrás en Word, imágenes en .tiff, .jpg o .png, gráficos en Excel...), ver qué tienes, qué te falta, qué está bien y qué has de corregir (asegurar que las imágenes están en CMYK o en escala de grises, hacer los gráficos vectoriales si puede ser, etc.).
Después has de dominar los programas de maquetación más utilizados a día de hoy: Adobe InDesign, Photoshop, Illustrator y Acrobat. Y hacer con cada uno aquello para lo que está pensado: aunque puedes hacer unas tarjetas de visita con cualquiera de los tres primeros, sería imposible maquetar un libro en Illustrator. Tampoco se nos ocurriría hacerlo en ningún editor de textos tipo Word, que sirve para eso, para editar textos.
Si se trata de un libro de una colección, deberás ceñirte a su plantilla; si no, tendrás que crear una. Para ello, has de elegir la medida de la página, los márgenes, las fuentes que vas a utilizar y sus tamaños, los espacios en blanco, etc. Y siempre pensando en el lector. No hemos de olvidar que en diseño editorial trabajamos con material que va a ser leído, por lo que hemos de facilitar y hacer agradable la lectura. Hemos de guiarnos por la legibilidad.
A partir de ahí, se trata de ir colocando textos e imágenes, como si de un puzle se tratara, para ir creando eso que después será un libro. Además de controlar aspectos básicos como las líneas viudas y huérfanas o las sangrías, hay otros aspectos que debemos cuidar en este tipo de obras. Así, se recomienda que las figuras aparezcan después de ser nombradas en el texto y no antes, que las tablas no se partan entre páginas (sobre todo si son páginas de distintos pliegos) o que los gráficos guarden cierta uniformidad en su diseño y tamaño.



Una vez acabada esta primera maqueta, pasará por las manos del corrector, quien hará una segunda revisión del texto (la primera la hizo en Word, antes de maquetar) para corregir sobre todo cuestiones de tipografía, y por las de los autores, que darán su visto bueno o harán las correcciones pertinentes. Y todo ello orquestado por el editor, máximo responsable de la edición del libro.
Con suerte, las terceras pruebas serán las definitivas y podrá mandarse a imprimir. Casi seis meses después, nuestra creación estará en manos de los lectores. El desafío ha llegado a su fin.

Comentarios