De gitanos, trapaceros y políticos

La reciente campaña #YoNoSoyTrapacero, promovida por el colectivo gitano para que la RAE cambie la definición del término gitano en su diccionario, nos hace plantearnos hasta qué punto es la Academia la que impone las definiciones de las palabras o si más bien lo que hace es plasmar por escrito los usos que los hablantes hacemos de ellas.



En concreto, la polémica surge porque una acepción del término gitano es la de trapacero, o sea, persona "que con astucias, falsedades y mentiras procura engañar a alguien en un asunto". Y, claro, los niños [en una utilización cuestionable de los menores] gitanos no se sienten identificados con esa definición. Obviamente, que una acepción del término sea esa no implica que todos los gitanos, en todos los contextos, sean trapaceros y mentirosos, sino que hay casos en los que cuando a alguien le dices "Eres un gitano", lo que estás queriendo decir no es que es un individuo del pueblo originario de la India, sino que te está intentando engañar.

En este sentido, la Academia lo que hace es recoger los usos y significados que los hablantes le damos a los términos. En sus propias palabras, "está reflejando usos lingüísticos efectivos, pero no está incitando a nadie a ninguna descalificación ni presta su aquiescencia a las creencias o percepciones correspondientes". Y parece que este siginificado aparece documentado ya desde el año 1500, por lo que resulta recomendable su inclusión en el diccionario.

En esta polémica, han surgido quienes, con poca fortuna también, acuden a la definición de payo para denunciar/defender que ellos también son "discriminados" en su trato por parte de la RAE. Sin duda, esto se parece al bochornoso juego del tú más al que nos tienen acostumbrados los políticos y que no lleva a ningún sitio. Igual que allí no vale un lavado de cara y continuar con el mismo sistema putrefacto, en esta polémica sociolingüística no es cuestión de cambiar una definición para ocultar una realidad, sino que deberíamos cambiar nuestros usos, nuestras concepciones, nuestro imaginario para que la Academia se vea forzada a señalar la definición de gitano como trapacero con una marca de anticuado, que indicaría que, como sociedad, hemos desterrado ese uso peyorativo.

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