De nombres, Ikea y más

Toda nueva realidad necesita un nombre, y no suele ser tarea fácil ponérselo: pensemos en lo difícil que resulta encontrar un nombre para nuestro hijo, en cuando queremos designar en castellano nuevos aparatos (tablet o tableta) o, hace más años, las dificultades que tuvo Colón para nombrar y describir cosas que nunca había visto, y que no lo tomaran por loco en Castilla. Además, el término utilizado puede tener diferentes implicaciones legales: pensemos en los debates que se produjeron en torno a nación, estado y nacionalidad en las tramitaciones de los distintos estatutos de autonomía.

También a la hora de bautizar nuevas calles (o de nombrar a las ya existentes) los ayuntamientos tienen que pensar qué nombre ponerles y, así, no es lo mismo que una plaza sea la del Caudillo, del País Valencià o del Ayuntamiento.

Estas reflexiones vienen a cuento de que el otro día, ojeando el catálogo de Ikea, vi que la tienda de Valladolid se situaba en la calle Me falta un tornillo. Mi asombro fue mayúsculo y pensé que se trataba de un error o una broma de algún redactor que quiso pasar a la posteridad dejando su "firma". Y también eché en falta el ojo de ese corrector que debía haber subsanado el error.


Antes de seguir despotricando sobre unos y otros, decidí investigar un poco sobre el asunto y me encontré con que no se trata de ningún error, sino que la calle de la multinacional sueca se llama así. Cuando Ikea llegó a Valladolid, en lo que podríamos denominar una estrategia de marketing 2.0, organizó un concurso en Facebook para elegir el nombre de la calle donde se instalaría y los vallisoletanos eligieron ese. Así pues, no podemos dejarnos llevar por las apariencias y pensar que cualquier cosa que nos suene rara es un error.

En Valencia, no tuvimos la suerte de poder elegir el nombre de la calle en la que se emplaza Ikea. Imagino que de haberse producido hoy en día ese concurso, habría ganado la calle del Caloret.

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